Para cubrir las necesidades en 2050, la FAO estima que la agricultura tendrá que producir casi un 50% más de alimentos de los que se producen actualmente para poder alimentar a los 9700 millones de personas que se espera vivan en el mundo en ese año. Sin embargo esto lo tenemos que conseguir dando respuesta a los desafíos que marca la FAO en “El Futuro de la alimentación y la agricultura. Tendencias y desafíos” publicado en 2017, con lo cual, este gran reto requiere de soluciones inteligentes y eficientes.
La agricultura ha crecido más del triple desde 1969 hasta este momento, debido en parte al uso de las tecnologías que mejoraron la productividad y a la expansión significativa del uso de la tierra, el agua y otros recursos naturales para fines agrícolas. En el mismo periodo, la alimentación y la agricultura se vieron sometidas a un marcado proceso de industrialización y globalización.
Actualmente la superficie de regadío en el mundo es de 325,1 millones de hectáreas, representando el 20% de la superficie total de tierra cultivada y suponiendo el 40% de los alimentos producidos en todo el mundo. Asia, con 232,7 millones de hectáreas, es el continente que tiene mayor superficie dedicada al riego (representa más del 70% de la superficie regada mundial), seguido de América con 52,2 millones de hectáreas, Europa con 21,4 millones de hectáreas, África con 15,6 millones de hectáreas y en último lugar Oceanía con 3,2 millones de hectáreas. Se estima que el 70% del agua es utilizada por la agricultura de regadío a nivel mundial, utilizándose el riego por gravedad como método de riego en el 94% de la superficie regada y el riego por aspersión o goteo en el 6% restante de superficie, siendo la eficiencia del riego media a nivel mundial del 56% aproximadamente. En España la superficie de regadío es de 3,4 millones de hectáreas, de las cuales el 70% de la superficie se riega por aspersión o goteo y el 30% restante por gravedad, dedicándose al riego el 79% del agua.
El arroz es el principal cultivo de regadío en el mundo, cubriendo el 29% de la superficie total de cultivos regados. Los países menos desarrollados dedican el 76% de la superficie regada a los cereales, centrándose el riego en estos países en la obtención de alimentos básicos, sin embargo, en los países con ingresos altos la diversidad de cultivos es mayor (cultivos hortícolas, frutícolas, oleaginosas, etc.) y el riego tiene una gran importancia en el desarrollo del sector agroalimentario.
En los próximos años está previsto que se produzca una revolución en la agricultura de regadío a nivel mundial, incrementándose la superficie de regadío, realizándose nuevas infraestructuras para riego, instalándose nuevos sistemas de riego que conlleven el aumento de la eficiencia del riego y en muchas zonas regables se producirá un cambio del tipo de cultivos. De cara a afrontar los retos que conlleva esta revolución, hay que tener en cuenta los principales impactos negativos sobre el medio ambiente que tiene actualmente la agricultura de regadío (contaminación de las masas de agua, sobreexplotación de acuíferos, salinización de las tierras de cultivo, etc.), a lo que hay que añadir los efectos del cambio climático que provocará que los periodos de sequia se intensifiquen y la disponibilidad de agua para agricultura será menor, con lo cual, el ahorro de agua en la agricultura de regadío se hace imprescindible. Además de la necesidad de ahorrar agua, es necesario el ahorro de energía, ya que el cambio de sistema de riego por gravedad a riego a presión (aspersión o goteo) conlleva el uso de energía, aumentándose el consumo energético en el regadío, además, en el caso particular de España las tarifas eléctricas han subido, lo que ha provocado que los costes energéticos en el regadío se hayan disparado, produciéndose una perdida de rentabilidad.
Como solución al reto de aumentar la eficiencia hídrica y energética para dar respuesta a los desafíos descritos anteriormente aparece el Riego Inteligente, que consiste en la utilización de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) para realizar una gestión optima del riego, utilizándose de forma más eficiente los recursos productivos agua, energía y fertilizante en las fincas de cultivo e incrementando las producciones por el uso más eficiente de estos recursos, es decir, se produce más con menos. Las decisiones en el Riego Inteligente están basadas en la monitorización y adquisición de datos (datos climáticos, humedad del suelo, fertilización, consumos de agua, fertilizante y energía, imágenes…), procesamiento de datos (modelización, simulación y predicción) y representación de la información.